Ni la afición del Córdoba C.F. –fiel donde las haya- ni la historia de más de sesenta años -sin contar los antecedentes del club que, bajo diferentes denominaciones, representó futbolísticamente a la ciudad- que acompañan a la entidad blanquiverde se merecen lo que acaba de vivir en su condición de Sociedad Anónima Deportiva. El cordobesismo futbolístico es un sentimiento que va mucho más allá de una cuenta de resultados y unos dividendos que parecen haber sido para su máximo accionista el objetivo principal de la presente temporada. Unos dividendos que le han reportado casi dos millones de euros y han dejado estupefacta a una afición que, a pesar de los pésimos resultados cosechados por el equipo en su propio feudo, no ha dejado de asistir a los partidos. Han acudido al estadio, ilusionados por ese sentimiento al que aludíamos antes y que va unido a unos colores. La temporada que ha vivido el cordobesismo en el Arcángel es para olvidarla. El ánimo de la afición, sin embargo, no ha decaído ante el cúmulo de derrotas cosechadas por sus colores y que llevaban a dilapidar los éxitos deportivos conseguidos lejos de Córdoba. Esas lamentables derrotas que no fueron suficientes para que la Afición -con mayúsculas- dejara de llenar las gradas del Arcángel. Sin embargo, no ha soportado los criterios economicistas de un presidente que no consideró oportuno reforzar unas líneas defensivas que es por donde han llegado mayoritariamente los problemas que han alejado al Cordoba C. F. del ascenso directo y que, a día de hoy, hace que se esté luchando por conseguir un sitio para jugar la siempre complicada promoción.
Decía don Juan José de Austria, el único de los hijos bastardos de Felipe IV, que fue reconocido por su padre -la madre era María Calderón, una famosa comedianta a la que en Madrid se conocía con el nombre de la Calderona- que no se podía tener el corazón en los talegos. Hacía esta afirmación para zaherir a Everardo Nithard, confesor y valido de su madrastra que ejercía funciones de regente. Llevaba mucha razón don Juan José. El sentimiento por los colores de un club no puede quedar al albur de una cuenta de resultados, aunque en las estructuras deportivas de nuestro tiempo las cuestiones económicas se hayan convertido en asuntos capitales hasta el punto de que lo estrictamente deportivo, que es lo que debería caracterizar a los clubes de fútbol, sea para algunos de sus mandamases algo que ha pasado a un lugar secundario. Esas Sociedades Anónimas Deportivas son en muchos casos proyectos de empresarios que, principalmente, ven en dichas instituciones una forma de hacer negocio, sin que tengan en cuenta todo el sentimiento que hay detrás del equipo representativo de una ciudad y de una afición.
Desde estas páginas se ha criticado al equipo de gobierno que actualmente rige los intereses municipales de Córdoba por su actuación respecto a la Ciudad Deportiva con que sueña el cordobesismo. Hoy, visto lo que ha ocurrido con los dividendos que ha arrojado la cuenta de resultados, gracias a una afición que siente los colores como cosa propia, hay que rectificar. Posiblemente, los munícipes han obrado con mayor sensatez de la que podía colegirse de su actuación. Invertir el dinero público como el que supone poner a disposición de una Sociedad Anónima, en la que lo de Deportiva suena a añadido sin mucho valor, no parece ser lo más adecuado.
(Publicada en ABC Córdoba el 21 de mayo de 2016 en esta dirección)